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Una serie de ocurrencias que en mis adentros solía aparecer día tras día. Situaciones que no son nada reales pero que los sientes como tal. Asustan. Es difícil controlar.
Recuerda que a las 9 de la mañana, todos los días, has de saludar a ese amigo recomendado por alguien que, supuestamente, conoce esos adentros. Dices hola, mientras confías en que ese amigo haga su trabajo. Se deshace, lo digieres, y partes de él se van a lugares que no sabes cómo llega. Pero te da igual, simplemente confías en él. Sin el acompañamiento de una tercera persona. Y de una cuarta. Solos. Tú y él.
La relación con este amigo parece buena. Sabes que juntos, la vida parece hasta bonita y todo. Cooperáis para que todo fluya, para que todo vaya bien. Crees que es alguien que te aporta cosas en tu vida, que te puede mejorar. Pero después de un tiempo, la cosa se distancia. Y vuelves un poco al punto de partida. Ya ese amigo no ayuda tanto como pensabas. Al final te deshaces de él. Te lo arrancas de raíz. Te has dado cuenta de que, después de unos meses, este amigo te ha estado haciendo perjudicando más de lo que pensabas. Prescindes de él.
Al final piensas: “La única persona que se tiene que aportar cosas soy yo mismo”.
Al cabo de unos días, empiezas a ver cómo sin ese amigo, la vida sigue yendo igual de bien que con este amigo. Bueno, no solo igual, sino que mejor. Pero por dentro pienso: ¿he hecho bien en dejar a ese amigo? ¿Lo volveré a necesitar en el futuro? Pues no lo sé. Confía en que tú solo estarás bien.
TW: salud mental, trastornos, autolesiones, enfermedad mental
Me llamo Milos, sufro de depresión leve (en un principio era muy grave) y trastorno de ansiedad con tendencias obsesivas. He estado tres meses en un tratamiento tomando antidepresivos sin la supervisión de mi médico de cabecera y habiendo pausado, dolorosamente, mi psicoterapia meses antes de comenzarlo por circunstancias económicas. Tuve crisis de ansiedad tan gordas como para poner punto y final. Me recetaron Sertralina y al cabo de dos meses empecé a autolesionarme. Tengo heridas en las dos piernas provocadas por cuchillas de afeitar y un abrecartas afilado. Dije: “hasta aquí”. Mi vida continúa mejor que con el tratamiento con medicamentos. Sigo teniendo mis momentos, pero son completamente soportables y controlables. Aún me sorprendo de mi capacidad para sobrevivir. Sigo teniendo esas cicatrices emocionales y físicas. Y aquí sigo. Un día más.